Nunca tuviste ese juguete que tanto soñabas, pero tuviste imaginación, y con eso construiste mundos enteros.
Tus tenis estaban rotos, pero con ellos aprendiste a correr fuerte, a escapar del dolor, a buscar tu lugar.
Ese restaurante que un día dijiste que ibas a conocer… no lo pisaste de niño.
Pero hiciste la promesa, y un día, llegaste tú solo. Sin nadie que te llevara. Sin nadie que te dijera “te lo ganaste”. Porque ya sabías que sí.
Tú no tuviste una infancia perfecta, pero hiciste magia con lo poco que tenías.
Y aunque hubo noches frías, tú fuiste tu propio fuego.
Gracias.
Gracias por no rendirte.
Por reír cuando todo dolía.
Por inventarte esperanza con las manos vacías.
Por seguir creyendo que algo bueno podía pasar… aunque nadie te lo prometiera.
Hoy estoy aquí por ti.
Por tu fuerza silenciosa.
Por tus lágrimas escondidas.
Por esa voz que nadie escuchó, pero que nunca se apagó. Y aunque a veces aún me duela, quiero que sepas que ahora tienes a alguien que sí te cuida. Alguien que sí te abraza. Alguien que por fin te escucha: yo.
Ya no estás solo, pequeño. Nunca más. Y si un día sientes que te falta algo… recuerda que tú no naciste para ser olvido. Naciste para ser historia.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario